sábado, 20 de julio de 2013

Minas desafortunas

Cinco minas lindas (tipo Victoria´s Secret) sentadas en un bar en el segundo copete, todas solteras, todas sin ningún mino que valga la pena hace rato, listas para pelar a la compañera de pega.
Y en esto grupo tan dispar existe la misma sensación odiosa de tener que discutir el tema tedioso de porqué siguen solas.

Hay una cerca de los treinta que casi siempre saca el vestido ya apolillado de la cartera y empieza  a sufrir porqué la edad y una sociedad de hace 50 años le insiste que tiene que casarse, la pobre no tiene ni siquiera un tiramigo para proponerle una boda en las Vegas y divorciarse al otro día, para cambiar de estado civil y ser una orgullosa divorciada. Es triste escuchar el mismo discurso, la desesperación directa y clara que no hace más que deprimir y exasperar al resto.

Otra de ellas intenta no recordar al ex que viene atormentándola ya dos años, cuando el maldito ha tenido otras dos ex y tiene una nueva polola que todas sus amigas encuentran chula para hacerla sentir mejor, un consuelo cruel y ritual habitual entre las minas.

La otra menos preocupada del pasado, aunque con un ex reciente que por supuesto ya tiene pierna y hasta guagua, tiene una lista de nuevos pretendientes más pasteles que el anterior, como una seguidilla de fracasos que no se merece, pero que sigue justificando de alguna manera.

Otra de ellas una resentida con todos los hombres, parece el cromosoma Y en esa reunión, casi la lesbiana que se comería a todas sus amigas. Habla de los pasteles con odio, resentimiento. También le ha tocado ilusionarse un millón de veces, creer y sin razones que entienda ninguno de ellos ha concretado.

La última es la que le da un par de consejos a todas, vivir y comerse a cada macho que aparezca por la puerta, jugar a la ninfómana en el grupo e intentar congelar los sentimientos en un poco de sexo.

Sin duda todas están un poco equivocadas y en lo cierto, pero siempre es  necesario tener ese grupo de amigas que te levantan el ánimo con sus historias, vivir con ellas el inicio de un cuento o tomar el pañuelo y llorar juntas. Y si ellas pudieran mirar a su alrededor podrían observar otro par de mesas también sólo con minas, también sufriendo entre copas y risas las malditas cicatrices que no quieren desaparecer.
No entiendo cómo existen tantas minas desafortunadas, desde cuando el gen pelotudo tóxico se expandió por el planeta y Walt Disney dejó de exportar príncipes azules. O simplemente, ese momento preciso, ese cliché de la media naranja y la predestinación dejó de estar de moda y ahora nos toca el sálvese del saco de weas más próximo e intente quedarse con el mejor pedazo de charqui.


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