viernes, 1 de noviembre de 2013

El chico bueno

No podría después de dedicar varios post a patanes merecedores de una buena puntada en la entrepierna y dejar fuera de mis dedicatorias al redimido, al hijo que todas deseamos tener: El Niño bueno.
Podríamos describirlo como el verdadero cielo con sabor a pasteles y helado, un sucedáneo de azúcar sin el sabor a plástico de los endulzantes ni la advertencia de cáncer en sus aditivos. Es simple y llanamente un dulce que no engorda, un manjar envolvente que te hace sentir por fin afortunada de encontrarlo.
Es fácil reconocerlo, es el que te abre la puerta del auto, de la biblioteca, en la oficina, te ofrece el asiento del metro sin pensar que estás embarazada. En todas las citas, donde siempre es el primero en llegar o simplemente te va a buscar a tu casa, siempre paga la cuenta. No importa sí ganas más tú, su billetera siempre estará abierta para ti. Es el que te llama después para saber si llegaste bien, para las buenas noches.
Es el que jamás en la primera cita te dará un beso (no pierdas el tiempo invitándole a subir a tu departamento, terminará haciéndote un té y arropándote antes de irse). El que te pedirá pololeo antes de acostarse, con el que irás los  fin de semana donde los papás o su abuelita.
Siempre es el niño esforzado, que tiene más de una herida de una infancia triste y se las arregló para salir, el que viene después de una relación larga varios meses solo, sanándose para no cagar a nadie, al que lo dejaron.
Y en ese descubrir que podrías llamar a la Iglesia, juntar un par de vecinas que lo adoran, compañeras de trabajo y un montón de admiradoras para postularlo a Santo. Ahí aparece tu marrrdito instinto de destrucción y ese dulce termina hostigándote.  Demasiado dulce, demasiado bueno, muchas posibilidades de aburrirte y convertirte en la última perra que le destrozó el corazón.

Y esa así, quién no conoce a la amiga de una amiga que conoció a tipo bueno, despertando toda la envidia de las otras lolitas no tan afortunadas y después le destroza el corazoncito y lo deja dando tes botes en el suelo, más de alguna se descubrió como la maraca que lo hizo.

Inevitablemente a ninguna nos gustan tan buenos, aburre tanta perfección, necesitamos que nos falten el respeto a veces, que no nos pidan permiso para un beso, que nos agarren de la cintura y nos tiren a la cama para sexo desenfrenado y sucio. Un poco de locura, que nos digan que no muchas veces, que la vida sea una locura. Ese chico malo que cambiamos a bueno, ese es el talón de Aquiles maldito.

Entonces termino llegando a varias conclusiones. Si, nosotras también somos pelotudas, a veces. Nos encanta el chico malo que nos cagó la vida porque así todo es una ruleta rusa que no podemos predecir ni manejar a nuestro antojo. Que los niños buenos siempre se quedan con la niña mala. Que los niños buenos están mal enfocados, como se explica que haya tantos libres y desafortunados?. Que en este mundo estamos todos dementes.

Chao.