miércoles, 17 de junio de 2015

Es él

Es él.
El que apareció de una forma distinta y te encontró así desvalida, con las huellas de varios amores imperfectos, sin intención de conocerlo ni dejarlo entrar a tu vida. Pero era él. No era igual que antes, él no era como antes, como nadie que llegue de paso, a él no había que dejarlo partir. Tampoco tenías esa certeza, seguía siendo un desconocido, podría seguir siéndolo una vez más, pero sin ninguna prueba era él. 
Al escuchar su voz pudiste reconocer el sabor de sus besos, sus largos besos en todas las noches que vendrían, las suaves palabras de consuelo, su piel y el olor a hogar seguro que nunca habías sentido. Y vino la seguridad de llamarlo amor, de reconocerlo como él, de reconocerte frente a todos poseída por una fuerza extraña, podías afirmar con una seguridad temible que no había que seguir esperando.
El problema es ahora, es seguir sintiendo la misma seguridad de que es él, que es el único que podría hacerte tan feliz. Pero hay algo, una serie de dificultades que ponen en duda la verdad absoluta de no dejarlo ir, una sensación extraña, desagradable y persistente, incapaz de apagar la suavidad de ese amor, mas pudiese en esa incógnita maldita generar una posibilidad impensada, el ser feliz sin él, el tomar tu rumbo posiblemente sola, cerrar los ojos y dejarlo partir. Ahora mismo esa duda insinuante se vuelve poderosa, a veces las grandes historias de amor terminan, se dispersan los besos, las caricias.