miércoles, 4 de diciembre de 2013

Hemos perdido a una amiga

Sucedió rápido, un día te dice que conoció a un loquito buena onda y tres semanas (o lo que se demore en concretar el susodicho), la hemos perdido, sí, nuestra amiga, otra de las forever alone ahora está pololeando y ha decidido esfumarse de nuestro mapa.

Este es el invariable resultado, cuando una amiga empieza a pololear:

1. Los minutos en el celular te sobran. Miras tu cuenta y piensas en cambiar el plan, porque ya no están esas conversaciones hasta las 3 sobre cuantas carteras necesitas, o del nuevo vecino que está como quiere, que el celibato te está jugando una mala pasada porque encuentras un leve atractivo en el guatón Salinas.

2. La invitas a los carretes más reventados, donde una amiga soltera te facilita todo el trabajo para conocer a varios amigos solteros, y siempre es la misma respuesta. No.

3. Estás subiendo de peso, ya no sales a correr para vitrinear a los deportistas de sábado, porque sola y sin copuchar ya no es lo mismo, a  los 3 pasos aprovechas la panadería y vuelves sin una gota de sudor a la casa.

4. La envidia te corroe. Es cierto que estás feliz por ella, sabes que se lo merecía. Pero ahora mismo en la frialdad de la noche te mueres por hacer cucharita.

5. Cada día estás más sola porque todas tus amigas están siguiendo el camino del pololeo.

6. Por lo mismo cada vez sientes más ganas de ya no estar sola y vuelves al punto 4.

7. Quedan cada día menos solteros disponibles. Y de lo que queda es difícil escoger.


Bonus. Su típico discurso y las ganas que todo el mundos esté pololeando, la búsqueda entre sus primos, amigos, conocidos solteros para qué estés con alguien. Uff, next.

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